La soledad, un desafío de salud pública en sociedades hiperconectadas
En plena era de la hiperconectividad, la paradoja se vuelve evidente: millones de personas se sienten más solas que nunca. Esa realidad dio origen a la llamada “economía de la soledad”, un fe...
En plena era de la hiperconectividad, la paradoja se vuelve evidente: millones de personas se sienten más solas que nunca. Esa realidad dio origen a la llamada “economía de la soledad”, un fenómeno que ya marcó hitos en distintas partes del mundo.
Japón aprobó en 2025 el uso de robots acompañantes para asistir a su población envejecida y combatir las llamadas “muertes solitarias” (kodokushi). En 2018, el Reino Unido nombró al primer Ministro para la Soledad, mientras que en Estados Unidos, el informe del Cirujano General de 2023 calificó el aislamiento social como una “epidemia” con riesgos comparables a fumar quince cigarrillos diarios.
La contradicción es contundente: nunca estuvimos tan conectados digitalmente y, al mismo tiempo, tan aislados. Esa brecha emocional alimenta un mercado creciente de servicios y productos diseñados para suplir la falta de compañía humana, según destaca Psychology Today. Desde aplicaciones hasta robots, la soledad se transformó en un negocio global que intenta responder a una de las grandes crisis invisibles del siglo XXI.
Manifestaciones de la economía de la soledadLa economía de la soledad se evidencia en una amplia gama de productos y servicios enfocados en ofrecer compañía digital y apoyo emocional. En Japón, existen servicios de alquiler de ossan, hombres adultos que acompañan a quienes requieren conversar o pasear, sin implicaciones románticas. En ciudades como Seúl y Tokio, los restaurantes han acondicionado sus espacios para comensales solitarios, lo que elimina cualquier presión asociada a la interacción social.
En tanto, aplicaciones como Replika, uno de los chatbots de inteligencia artificial más populares, ofrecen conversaciones personalizadas y compañía digital permanente; usuarios consideran incluso a su Replika como su “alma gemela”.
Además, han aparecido plataformas de terapia virtual, retiros de bienestar para quienes buscan sentido y empresas que alquilan mascotas por períodos cortos. Todo esto responde a una demanda creciente de apoyo emocional y conexión, según destaca Psychology Today.
Causas sociales y tecnológicasEl auge de la economía de la soledad se vincula a transformaciones sociales y tecnológicas profundas. Los espacios tradicionales de encuentro, como iglesias, centros comunitarios y oficinas, han perdido relevancia o han cambiado su dinámica.
El trabajo remoto, además, ha reducido las oportunidades de interacción presencial. Una cultura orientada a la autosuficiencia puede presentar la solicitud de compañía como debilidad. Sin embargo, la tecnología emerge como el factor determinante.
La socióloga Sherry Turkle, citada por Psychology Today, afirma que “vivimos solos juntos”, rodeados de pantallas y mensajes, aunque lejos de vínculos auténticos. Esta nueva intimidad digital abarca incluso a figuras públicas o personajes ficticios, que resultan más familiares que los vecinos.
La pregunta central es si las relaciones virtuales logran satisfacer la necesidad humana de conexión o si la interacción permanente se confunde con cercanía genuina.
Consecuencias y riesgosEl impacto de la soledad no solo se percibe en lo individual, sino que se reconoce como un problema de salud pública global, con consecuencias sociales y económicas tangibles. En culturas colectivistas, el aislamiento genera vergüenza; en las sociedades individualistas, suele considerarse parte normal de la adultez. No obstante, el anhelo de conexión significativa es universal.
La economía de la soledad atiende a esta necesidad, sobre todo entre personas con ansiedad, discapacidades o residentes en zonas rurales, para quienes los servicios digitales resultan recursos fundamentales.
Además, ayuda a normalizar la búsqueda de apoyo emocional y a superar estigmas culturales. Sin embargo, se identifican riesgos relevantes: muchos de estos servicios privilegian la interacción sobre la sanación, lo que puede fomentar dependencia sin atender el vacío subyacente.
La científica social Julianne Holt-Lunstad, citada por Psychology Today, advierte que la soledad crónica eleva el riesgo de enfermedades cardíacas y depresión, e insiste en que ningún algoritmo sustituye la complejidad de la empatía y la experiencia compartida presente en las relaciones humanas.
Perspectivas y posibles solucionesPsychology Today sostiene que la economía de la soledad no solo aprovecha la desconexión social, sino que la manifiesta. El desafío verdadero reside en reconstruir espacios públicos y oportunidades de encuentro genuino fuera de la tecnología.
Si la meta es restaurar el sentido de pertenencia y la conexión real, la clave no está únicamente en máquinas inteligentes, sino en la capacidad de las sociedades para facilitar el reencuentro entre las personas.