La historia de Andrew Pearse: de banquero fraudulento a barrendero y jardinero
El 6 de marzo de 2025, Andrew Pearse entró al tribunal federal de Brooklyn con la posibilidad real de pasar hasta ...
El 6 de marzo de 2025, Andrew Pearse entró al tribunal federal de Brooklyn con la posibilidad real de pasar hasta 13 años en una cárcel de Estados Unidos. “Desde enero de 2019, cuando me arrestaron, no tenía ni idea de lo que iba a pasar”, confesó a Bloomberg News días antes.
Su caída fue años antes, en un mundo donde las bonificaciones millonarias ocultaban grietas morales. Pearse, nacido en Nueva Zelanda en 1969, educado en escuelas privadas y formado inicialmente como abogado, ingresó a Credit Suisse en el año 2000, donde su ascenso fue meteórico.
“La época más feliz de mi carrera fue cuando era vicepresidente de Credit Suisse, porque uno se dedicaba a su trabajo. Y si lo hacía bien, todos te daban palmaditas en la espalda”, recordó. “Recibes una bonificación de 200.000 libras (230.380 euros), y el mundo es increíble. Me despertaba a las cinco y media de la mañana e iba corriendo al trabajo. Me encantaba”, señaló.
La cultura del banco suizo era un ecosistema propenso al exceso, la ambigüedad regulatoria y la ostentación: cenas nocturnas, clubes privados y millones en juego. Para 2011, Pearse ganaba 600.000 libras de salario (691.140 de euros) y alrededor de 2 millones en bonus (2.303.800 de euros). Pero el dinero nunca era suficiente.
Una carta entregada al juez por su exesposa aporta un contexto personal. En ella decía que Pearse creció con un padre “distante, exigente e intolerante al fracaso”, lo que le inculcó que la valoración solo llegaba con resultados sobresalientes. Ese motor de ambición, miedo y reconocimiento, lo acompañó toda su carrera.
El acuerdo que lo hundióEl punto de quiebre llegó en 2013. Jean Boustani, ejecutivo de la empresa naval Privinvest, le ofreció 5,5 millones de dólares (4.716.800 de euros) a cambio de reducir la comisión de Credit Suisse en los bonos emitidos para Mozambique. Pearse aceptó. “Fue un fallo colosal en la brújula moral del Sr. Pearse”, diría después su abogado.
Entre 2013 y 2015, él y otros banqueros recibieron unos 45 millones de dólares (38.592.000 de euros) en sobornos. La vida de lujo siguió: yates en las Maldivas, coches de alta gama, un viñedo en Sudáfrica y reformas en el colegio de sus hijos.
El colapso de un país... y de un banco globalEl fraude sumó la cuantía de 2.000 millones de dólares (17.152.000.000 de euros) y salió a la luz cuando Mozambique dejó de pagar su deuda. El dinero se había desviado parcialmente a material militar y sobornos. Hasta 200 millones terminaron en manos de funcionarios y banqueros, según el Departamento de Justicia de Estados Unidos.
Las consecuencias fueron devastadoras: el FMI y el Banco Mundial congelaron los apoyos, el gobierno mozambiqueño se tambaleó y, de acuerdo con organismos locales e internacionales, dos millones de personas cayeron en la pobreza. El impacto financiero y reputacional también golpeó de lleno a Credit Suisse, que terminaría colapsando en 2023.
“Como si le estuviera pasando a otra persona”El 3 de enero de 2019, la policía británica irrumpió en la casa familiar de Kent. “Nunca pensé que esto pasaría. Que la policía llamaría a la puerta”, recordó Pearse. “A partir de ese momento, siento como si le estuviera pasando a otra persona”.
Se declaró culpable de fraude electrónico y lavado de dinero, y se convirtió en testigo clave de la fiscalía estadounidense. Su colaboración fue decisiva para que Credit Suisse fuera multado con 475 millones de dólares y obligada a condonar otros 200 millones a Mozambique.
Pero el costo personal fue devastador. Su matrimonio terminó, perdió el contacto con sus hijos y se quedó sin casa, trabajo ni acceso a servicios bancarios. Pasó de los vuelos en primera clase a recolectar basura y hacer trabajos físicos. “Hay una alegría enorme en despertarse por la mañana, hacer algo físico y ganar suficiente dinero para alimentarse y pagar el alquiler”, dijo.
“Debería haber protegido al pueblo de Mozambique”En su declaración ante el tribunal, Pearse no eludió responsabilidades: “Mirando atrás, no puedo expresar lo decepcionado que estoy conmigo mismo. Tuve la oportunidad de decir ‘no’ en todo momento. Pero en cambio, dije ‘sí’. Debería haber protegido a mi empleador. Debería haber protegido al pueblo de Mozambique”.
El juez Nicholas Garaufis recogió ese momento con solemnidad: “Cometemos errores. Algunos errores son más graves que otros. Debería llegar el momento de reconciliarnos y aceptarnos. Y para el Sr. Pearse y su familia, este es el momento”. Minutos después, confirmó que Pearse no cumpliría más pena de prisión.
En su nuevo comienzo, se dedicó a la jardinería, cavando parterres y cortando el césped. Ganó lo suficiente para comprar una camioneta y montó un nuevo negocio. Ahora, recolecta basura doméstica para llevarla a un centro de reciclaje o al vertedero local.